Licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Es maestro en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y en Ciencia Regional por la Universidad Cornell, donde también obtuvo su doctorado con especialización en Desarrollo Económico. Cursó el diplomado en Psicología Positiva en la Universidad Iberoamericana. Ha impartido diversos cursos de Teoría Económica en varias universidades. Tiene 24 años de experiencia profesional en el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). En él ha sido analista; asesor de tres presidentes del Instituto; director de Censos Económicos; director general adjunto de Estadísticas Económicas; y director general adjunto de Investigación, desde donde ha impulsado diversas innovaciones temáticas y metodológicas. Entre ellas: la incorporación de técnicas de ciencia de datos en diversos temas estadísticos y geográficos; la exploración y explotación de fuentes no tradicionales de información; la generación de indicadores muy oportunos de la actividad económica; la construcción de matrices de contabilidad social y modelos de equilibrio general computable; el desarrollo de nuevas estadísticas de trabajo informal; y medidas de progreso social y de bienestar subjetivo. Es integrante del Comité para el Fechado de Ciclos de la Economía de México y participa en los comités editoriales de diversas revistas académicas de economía y demografía. Ha sido parte de comités técnicos nacionales e internacionales para la medición de la pobreza y es integrante de comités asesores y de análisis del Consejo Asesor Técnico del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) y la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD).
*Las ideas y opiniones expresadas en esta lectura son responsabilidad exclusiva del autor, quien agradece el valioso apoyo de Lilia Guadalupe Luna Ramírez para la edición y revisión del documento.
El bienestar de la población suele ser invocado como justificación de las más diversas políticas públicas. Sin embargo, pocas veces se reflexiona sobre en qué consiste este bienestar y aún en menos ocasiones se hace algún esfuerzo por medirlo directamente, a pesar de que en la actualidad se cuentan con herramientas estadísticas y conceptuales que permiten hacerlo. El uso de encuestas para medir el bienestar que experimentan las personas (también se le llama bienestar subjetivo) no es nuevo, pero sí es algo que ha cobrado creciente importancia en el mundo, al menos durante los últimos 15 años.
En México se han realizado diversos esfuerzos por medir el bienestar subjetivo, destacando por su carácter sistemático y el uso de estándares internacionales. Por ejemplo, está el que ha hecho el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el cual se ha desarrollado principalmente, aunque no exclusivamente, mediante sus módulos BIARE, llamados así por hacer referencia al bienestar “autorreportado”. Se han llamado módulos porque son cuestionarios que se montan de manera complementaria sobre los de otras encuestas. Así, se tiene un módulo BIARE, como complemento de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGASTO) de 2012, otro como complemento del Módulo de Condiciones Socioeconómicas (MCS) de 2014, que usa el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) para medir la pobreza multidimensional en México, y una serie montada en la Encuesta Nacional de Confianza del Consumidor (ENCO) del primer mes de cada trimestre, iniciada el tercer trimestre de 2013.
Con esta información hemos podido conocer los reportes de diferentes grupos de la población (hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, casados y solteros, quienes trabajan en el mercado y quienes lo hacen en actividades no remuneradas del hogar, quienes sufren discriminación y quienes no, quienes viven en pobreza extrema y quienes no son ni pobres ni vulnerables, etcétera) respecto de diversas dimensiones de su bienestar subjetivo, incluyendo su satisfacción con la vida, su satisfacción con diversos dominios (como la vida familiar, la vida afectiva, la salud, las perspectivas, la actividad principal realizada, la seguridad, etcétera), sus emociones positivas y negativas, y su evaluación sobre temas relacionados con propósitos y sentido de vida. Desde estas mediciones estamos en condiciones de hablar sobre la experiencia de vida de la gente y su bienestar vivido, con datos que reflejan directamente su sentir, sin necesidad de recurrir a supuestos sobre lo que debería ser su bienestar en consideración a los insumos que, desde el criterio de los líderes políticos o la teoría económica o algún otro marco de referencia, inciden en el mismo.
Conocer de primera mano la experiencia de vida de la gente es fundamental si en verdad se está interesado en su bienestar. Una manera de asegurar que las políticas públicas que se hacen en nombre del bienestar colectivo en verdad resulten en mayor calidad de vida es preguntándole a la gente sobre lo satisfactorio de su experiencia de vida antes, durante y después de la implementación de la política en cuestión. Es una ayuda importante para evitar que quienes toman decisiones en nombre de la población terminen -tal vez sin saberlo- infligiendo pérdidas de bienestar en la gente. En el mundo de las políticas públicas suele suceder que el camino al infierno esté empedrado de buenas intenciones, pues no es raro que las autoridades, incluso cuando están motivadas por los propósitos más nobles, terminen siendo como un Mefistófeles de Fausto (quien se presenta como aquel que “…siempre quiere el mal y siempre obra el bien…”), pero al revés, es decir, como alguien que buscando hacer el bien termine obrando mal.
El enfoque del bienestar subjetivo parte de la consideración de que los mejores jueces de su propia experiencia de vida son los individuos y no los expertos o las autoridades de ningún tipo. Si alguien tiene “todo para ser feliz” pero es muy infeliz, no es que en realidad sea feliz y no lo sepa. Si alguien es inexplicablemente feliz, lo que hay que poner en tela de juicio no es la felicidad del individuo, sino el modelo teórico de ser humano del que se parte. De esta manera, el enfoque ofrece la posibilidad de monitorear la medida en que la sociedad progresa o no en términos del ideal planteado durante la Ilustración del siglo XVIII por Jeremy Bentham, es decir, en el sentido de avanzar hacia el logro de “la mayor felicidad para el mayor número de personas”. Así las cosas, se puede estar o no de acuerdo con si este enfoque debiera considerarse como el concepto paraguas de todos los criterios de bienestar, pero difícilmente es defendible la idea de no tomarlo en cuenta como componente de un sistema de indicadores para el monitoreo del bienestar.
Las mediciones subjetivas permiten contrastar hipótesis sobre cuáles son las cosas que realmente inciden en el bienestar de las personas, y en qué medida lo hacen, así como separar entre los insumos para el bienestar y el bienestar mismo. Bajo la perspectiva subjetiva, el bienestar reside en las personas y no en los recursos, económicos o no, que se suelen asociar con él. Aquí cabe, entonces, hacerse preguntas como ¿cuál es la relación entre las condiciones materiales de existencia y el bienestar? y ¿qué tan importantes son los argumentos no económicos, tales como la relaciones sociales, personales y afectivas, el reconocimiento, la no discriminación, la seguridad personal y laboral, la salud física y mental, etcétera, en el mayor o menor bienestar de las personas?
¿Será que los seres humanos somos seres racionales como el homo económicus, que siempre toma decisiones optimizadoras en términos de su bienestar o será que, con frecuencia nos comportamos distinto de lo que supondría un manual de teoría microeconómica del consumidor? ¿Será que el bienestar de las personas se enmarca exclusivamente en su dimensión de consumidores o será que va más allá? Si va más allá, ¿qué es eso otro que también importa? El estudio científico del bienestar requiere de mediciones confiables para contrastar las hipótesis. La oferta de estas mediciones ha crecido de manera importante en los últimos lustros y ha producido indicadores dignos de tomarse en cuenta. Sin embargo, el uso de tales indicadores debe partir de un adecuado conocimiento de su origen, sus fortalezas y debilidades. Así las cosas, el propósito de esta lectura es ofrecer un abordaje introductorio y accesible a los indicadores de bienestar subjetivo con especial énfasis en los que el INEGI genera para México.
“He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz”. Así comienza “El remordimiento” de Jorge Luis Borges. En esta amarga autorrecriminación, el poeta se refiere a la felicidad como si dependiera exclusivamente de cada individuo. Con todo lo conmovedor que puede ser este poema, la evidencia disponible permite afirmar que esa idea es incorrecta, puesto que la felicidad de las personas no es algo que se construya con independencia del contexto. Si bien es cierto que hay mucho que, a nivel individual, se puede hacer para mejorar la experiencia de vida, también es cierto que la mayor o menor felicidad de las personas solo puede entenderse dadas las circunstancias.
Para bien o para mal, la manera en que nos relacionamos con otras personas incide en nuestra felicidad. Parafraseando a Christopher Peterson: “los otros importan”.1 La calidad de las relaciones con la familia, con la pareja, con los amigos; la medida en que sentimos que pertenecemos a algo más grande que nosotros mismos y que estamos conectados y participamos o no en igualdad de circunstancias con el resto de la sociedad, así como la libertad para hacer con nuestras vidas lo que prefiramos, cuentan de manera importante.
Pero, contrario a lo que mucho de la literatura de superación personal parece sugerir, no son solamente los aspectos inmateriales ni la voluntad los que cuentan. El ingreso, el acceso a la alimentación, la vivienda, la salud y la educación también inciden. Las condiciones materiales de existencia importan para la felicidad, de manera que es más probable que alguien que está en la parte más alta de la pirámide social se declare satisfecho con la vida, a que lo haga quien se ubica en la base de la misma pirámide. En general, no se es muy feliz cuando se es pobre. Por lo común, ser más pobre está asociado con ser menos feliz. La felicidad depende en una parte muy importante de aspectos inmateriales, pero no puede ser desligada de las circunstancias económicas y sociales. El contexto material también importa y se tienen datos para probarlo.
1 Peterson (2013).
El estudio estadístico de la felicidad es algo muy generalizado hoy en día. Estas mediciones son parte integral de un esfuerzo por reconocer la necesidad de abordar el bienestar de las sociedades más allá del Producto Interno Bruto (PIB). De hecho en la página de la Comisión Europea (CE) relativa al medio ambiente se señala que: “La iniciativa Beyond GDP (Más allá del PIB) se trata de desarrollar indicadores que sean tan claros y atractivos como el PIB, pero que incluyan más los aspectos ambientales y sociales del progreso”.2 El creciente consenso internacional en esta materia se ha visto reflejado en resoluciones de Naciones Unidas,3 en la realización de diversos foros internacionales donde participa más de una centena de países,4 en el creciente involucramiento en el tema por parte de las oficinas nacionales de estadística alrededor del mundo, en la emisión de lineamientos y productos estadísticos sobre la materia por parte de organismos internacionales -como los editados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)5 y la Oficina Europea de Estadística (Eurostat)-6 y en la creación de grupos de expertos de alto nivel para deliberar sobre el particular.7 El Índice de Desarrollo Humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) han sido esfuerzos de alcance mundial para monitorear el progreso y desarrollo de las sociedades más allá del crecimiento del PIB.
Pero ir más allá del PIB no significa sustituir este indicador sino complementarlo. El PIB es uno de los grandes inventos de la estadística económica y gracias a él estamos en condiciones de medir, adecuadamente, las fluctuaciones económicas de manera útil y certera. No es casual que el PIB se haya inventado en los años treinta del siglo XX en un esfuerzo por describir qué era lo que estaba en crisis durante la Gran Depresión y que -junto con su parte en el desarrollo de las Cuentas Nacionales- le valiera el Premio Nobel de Economía a Simon Kuznets.8 Sin duda, tener la capacidad para medir el tamaño de la economía y su crecimiento no es cualquier cosa, pero el PIB se diseñó para conmensurar la actividad económica y no el bienestar social. Es por ello que, en su primer reporte ante el Congreso de los Estados Unidos, en 1934, el propio Kuznets advirtió sobre los límites de su invento y en particular que “es muy difícil deducir el bienestar de una nación a partir de su ingreso nacional”.9 Muchos años después, en 1962, ante la posterior fetichización del crecimiento económico, el mismo autor llegó a comentar que “debían tenerse en mente distinciones entre cantidad y calidad del crecimiento, entre sus costos y su retorno, y entre el corto y el largo plazos”.10
Lo anterior porque no todo lo que suma al PIB suma al bienestar de las personas y no todo lo que suma al bienestar de las personas suma al PIB. El PIB cuenta el valor agregado que se produce por parte de una sociedad, en un territorio y durante un periodo determinado, pero no el valor acumulado de acervos de capital físico, natural, humano o social que se destruyen por fuera de las transacciones de mercado que participan en el proceso de producción. De esta manera, ante situaciones como una crisis de inseguridad (reducción del capital social), que se traduce en un deterioro en la calidad de vida de la población, los particulares podrán gastar más en candados, rejas y sistemas de seguridad para sus casas y sus propiedades, y el gobierno podrá gastar más en cárceles y en armas, patrullas y policías, pero eso no hará que la gente esté mejor de lo que estaría sin el problema de inseguridad, sino que apenas le ayudará a enfrentar el deterioro en su bienestar generado por dicho problema. Similarmente, si ante un derrame petrolero en el Golfo de México (afectación al capital natural) se despachan barcos y helicópteros con equipo especializado para remediar el problema, la verdad es que, si bien eso suma al PIB, el bienestar del país no es mayor cuando se combaten los derrames petroleros que cuando no hay tales. Atender derrames petroleros, incendios forestales o sismos puede sumar al PIB, pero ciertamente no suma al bienestar de la población. Si acaso, la deja “tablas” (coloquialmente hablando).11
Por otra parte, hay cantidad de aspectos valiosos de la vida de las personas que no se ven reflejados en el PIB. Por ejemplo, si las personas son física y mentalmente más sanas y disfrutan más de sus vidas; si sus relaciones personales y familiares son más gratificantes, estimulantes y enriquecedoras; si son más generosas y respetuosas con los demás, con las leyes y con la naturaleza; si gozan del arte y la cultura; si viven más seguras y más libres y si respiran un aire de mayor calidad. Todo esto no cuenta para el PIB, pese a ser aspectos muy importantes para la calidad de vida de los seres humanos. Es por razones como éstas que Robert Kennedy, en su famoso discurso en la Universidad de Kansas durante la campaña electoral de 1968, mencionó que “en resumen, el Producto Nacional Bruto mide todo, excepto aquello que hace que la vida valga la pena”.12
Cuando hablamos de medir lo que hace que la vida valga la pena no podemos dejar de tomar en cuenta la felicidad. Cada vez que coloquialmente hablamos de medir la felicidad, en el fondo hacemos referencia a la medición del bienestar subjetivo, que es un concepto más amplio. Las indagaciones sobre el bienestar subjetivo, en especial cuando hablan de conjuntos amplios de población, suelen hacerse mediante encuestas probabilísticas que utilizan cuestionarios especialmente diseñados. En algunos casos se pregunta directamente por la felicidad de las personas y, dependiendo del fraseo, la pregunta puede resultar de carácter más cognitivo (¿qué tan satisfecho está usted con su vida?) o más emotivo (¿qué tan triste se sintió el día de ayer?). Diversos ejercicios de validación estadística, estudios de carácter neurocientífico13 y de marcadores biológicos14 permiten asegurar que el bienestar subjetivo que se reporta en las encuestas sobre el tema tenga correlatos objetivos muy claros. Adicionalmente, es importante reconocer que el bienestar es algo que reside en las personas, y que son ellas quienes están en las mejores condiciones para reportar sobre su propia experiencia de vida y emociones.
Es importante consignar aquí que hay quienes temen que el enfoque del bienestar subjetivo resulte conservador del estado de las cosas y que sirva para ocultar las carencias objetivas de las personas más pobres que, por vía de la propaganda, la cultura o la religión, se pudieran convencer de que son felices cuando en realidad no lo son.15 Sin embargo, no parece muy sensato que un experto llegue con una persona que se siente muy feliz a convencerla de que, según la lista de atributos objetivos a considerar, en realidad no es posible que sea feliz y que, por lo tanto, su felicidad es ilusoria.16 Asimismo, poca diferencia hace en la experiencia de vida de alguien hundido en una profunda depresión el que una persona “experta” le diga que en realidad tiene todo para ser feliz y que no cabe la posibilidad de que esté triste.
Gráfica 1
Países con información disponible: 151
PIB en paridad del poder adquisitivo a precios constantes del dólar internacional del 28 de noviembre de 2011
Las valoraciones subjetivas de la propia experiencia de vida pueden no ser todo lo que hay que considerar al momento de evaluar la calidad de vida de las personas (no podemos dejar fuera las libertades, capacidades y derechos de los seres humanos), pero tampoco se pueden ignorar. La calidad de vida no se puede disociar de una experiencia de vida grata y significativa. Precisamente con la intención de medir estas experiencias de vida, a partir de los reportes individuales y personales de la gente, en los últimos lustros se ha extendido la medición del bienestar subjetivo por medio de encuestas.
2 CE (2020), primer párrafo.
3 En la Resolución 65/309 “La felicidad: hacia un enfoque holístico del desarrollo”, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) invitó, en 2011, a los estados miembros a seguir pasos de política pública que capten mejor la importancia de la búsqueda de la felicidad y el bienestar en el desarrollo.
4 Por ejemplo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha realizado seis foros mundiales sobre la materia: Palermo, Italia (2004); Estambul, Turquía (2007); Busan, Corea del Sur (2009); Nueva Deli, India (2012); Guadalajara, México (2015) e Incheon, Corea del Sur (2018).
5 Algunos ejemplos de los materiales de la OCDE son: How’s Life? 2020: Measuring Well-being (OCDE, 2020); el sitio web Better Life Index (OCDE, s. f.); Beyond GDP: Measuring What Counts for Economic and Social Performance (Stiglitz, Fitoussi & Durand, 2018a); For Good Measure: Advancing Research on Well-being Metrics Beyond GDP (Stiglitz, Fitoussi & Durand, 2018b); y Guidelines on Measuring Subjective Well-being (OCDE, 2013).
6 La Comisión Europea dedica un sitio web a la iniciativa “Más allá del PIB” relativa al medio ambiente: Enlace
7 Algunos resultados de las reuniones de expertos se dan a conocer en: Report by the Commission on the Measurement of Economic Performance and Social Progress (Stiglitz, Sen & Fitoussi, 2009); y en el sitio web High Level Expert Group on the Measurement of Economic Performance and Social Progress (OCDE, 2015).
8 El Premio en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel, otorgado a Kuznets en 1971, se motivó oficialmente por “su interpretación empíricamente fundada del crecimiento económico que ha llevado a una nueva y más profunda visión de la estructura económica y social y del proceso de desarrollo” (Enlace).
9 Enlace
10 Enlace
11 Esto habla de gastos defensivos, que son aquéllos en que se incurre para tratar de paliar o contrarrestar una situación de naturaleza negativa en términos de bienestar, que en el mejor de los casos dejarían a la sociedad a la par de cómo habría estado si esas situaciones negativas (por ejemplo, violencia, derrames, incendios) no se hubieran presentado.
12 Aquel 18 de marzo de 1968, Robert Kennedy dijo entre otras cosas: “Sin embargo, el Producto Nacional Bruto no incorpora la salud de nuestros hijos, la calidad de su educación o el disfrute de sus juegos. No incluye la belleza de nuestra poesía o la fuerza de nuestros matrimonios, la inteligencia de nuestro debate público o la integridad de nuestros funcionarios públicos. No mide ni nuestro ingenio ni nuestro coraje, ni nuestra sabiduría ni nuestro aprendizaje, ni nuestra compasión ni nuestra devoción a nuestro país, mide todo en resumen, excepto lo que hace que la vida valga la pena. Y puede decirnos todo sobre Estados Unidos, excepto por qué estamos orgullosos de ser estadounidenses […] Si esto es cierto aquí en casa, también es cierto en otras partes del mundo” (Kennedy, 1968).
13 Davidson (1992).
14 Yamamoto (2014).
15 Por ejemplo, Amartya Sen plantea que las personas pobres pueden ser objeto de condicionamientos de diversos tipos que les impiden reconocer la gravedad de su situación y en consecuencia calificar muy alto su satisfacción con la vida a pesar de sufrir serias privaciones en aspectos tan importantes como la libertad y la justicia (Leyva & Romo, 2018).
16 Si el modelo de un experto predice que cierta persona que se manifiesta muy feliz en realidad no debería ser muy infeliz, lo que habría que corregir es el modelo del experto y no a la persona que se manifiesta como muy feliz.
Fuente:
Elaboración propia con información de Helliwell et al. (2020).
Sin duda alguna, el esfuerzo más grande en esta materia es el que realiza la empresa estadística norteamericana Gallup, que recurrentemente reporta cifras de bienestar subjetivo para más de 150 países.17 Cabe señalar que estas cifras son las que utiliza el World Happiness Report, desde su primera edición en 2012. Antes de entrar al análisis de los datos de México conviene señalar algunos aspectos que traslucen a los datos más recientes de la encuesta de Gallup y que se muestran en el World Happiness Report 2020 (gráfica 1):
17 En sus cuestionarios, Gallup usa la Escalera de Cantril, que es una medida evaluativa que emplea una escalera de 11 peldaños, en la que el más bajo representa la peor vida posible y el más alto la mejor vida posible. A partir de ello se invita a los entrevistados a decir en cuál de esos peldaños considera que su vida está actualmente.
18 Helliwell, Layard & Sachs (2012).
19 Helliwell et al. (2020).
20 Rojas (2018).
La medición del bienestar subjetivo se puede hacer de diversas maneras. En general, disponemos de medidas cognitivas, emotivas y eudemónicas. Las medidas cognitivas, como la satisfacción con la vida o la Escalera de Cantril, son de carácter evaluativo y en ellas se pide a los entrevistados que califiquen su vida en su conjunto, dentro de cierta escala. Responder a estas preguntas implica filtrar lo relevante de lo irrelevante, proceso en el que interviene una combinación de reacciones emocionales y juicios de valor, teniendo estos últimos un papel relativamente más relevante que en las preguntas orientadas hacia cuestiones más puramente emotivas.
Por su parte, las medidas emotivas apelan a las emociones de las personas, que hacen referencia a las reacciones instantáneas, con independencia de si éstas resultan o no cultural o socialmente relevantes. Estas emociones pueden ser positivas exaltadas (por ejemplo, alegre) o positivas plomizas (por ejemplo, tranquilo), así como negativas exaltadas (por ejemplo, enojado) y negativas plomizas (por ejemplo, triste). Una tercera vía de abordaje del bienestar subjetivo es la eudemonía, que hace eco de un concepto aristotélico relacionado con el sentido del propósito en la vida y con la percepción de trascendencia en el sentido de pertenecer a algo más grande que uno mismo. Similarmente, es frecuente que se pida hacer valoraciones referentes a aspectos relevantes de la vida de las personas, a los cuales se conoce como dominios. El conocimiento de estos dominios frecuentemente ayuda a entender qué hay detrás de la mayor o menor evaluación de la vida, en general.
Al hacer preguntas sobre bienestar subjetivo se utilizan también diversas escalas, que pueden ser numéricas o textuales (etiquetas). Las escalas numéricas suelen ir del 0 al 10, del 1 al 10, del 1 al 4 y del 1 al 7; normalmente, se considera que el número más bajo corresponde a la peor situación posible y el más alto a la mejor situación posible. Se trata de convenciones que buscan dar orden a las respuestas y facilitar su comparación. Los valores más bajos hacen referencia a los menores niveles de bienestar subjetivo y los valores más altos a los mayores, contando con un conjunto de valores intermedios que indican progresividad. Las escalas numéricas ayudan a quienes responden a seleccionar sus respuestas desde un abanico de opciones que no se complican con los conceptos y plantean un menú creciente de estadios de bienestar. En principio, nada garantiza que el 7 de la persona A sea psicológicamente equivalente al 7 de la persona B. Sin embargo, en la práctica es frecuente observar una lógica en las respuestas en términos de su asociación con correlatos como ingreso, salud, escolaridad, seguridad física y económica, relaciones sociales, familiares y vida afectiva, trabajo, logros y otros aspectos observables de la vida de las personas. Esto revela que las respuestas dadas por distintos individuos al interior de un mismo conjunto social son en buena medida comparables, es decir, que las escalas ordinales utilizadas en la medición del bienestar subjetivo también tienen un significado cardinal.
El uso de textos o etiquetas nominales en lugar de escalas numéricas es preferido por algunos investigadores, aunque puede inducir mayores retos en términos de la manera en que personas de distintos entornos culturales -o que hablan distintos idiomas- las interpretan. Las opciones en estos casos no son números sino condiciones específicas como: a) muy feliz, b) bastante feliz, c) no muy feliz y d) nada feliz. En casos como éste no es obvio para todo mundo que el término bastante feliz implica un nivel inferior al de muy feliz, salvo por el orden en que se presenta. Pero si lo que realmente da la clave de lo que se pregunta es el orden, entonces las etiquetas textuales no estarían aportando gran ayuda. Lo cierto es que distintos investigadores e instituciones prefieren diferentes maneras de redactar sus preguntas, como resulta evidente en los siguientes ejemplos de preguntas cognitivas sobre bienestar subjetivo:
a) Por favor, imagine una escalera con peldaños numerados de 0 en la parte inferior a 10 en la parte superior. Supongamos que decimos que la parte superior de la escalera representa la mejor vida posible para usted y la parte inferior de la escalera representa la peor vida posible para usted. Si el peldaño superior es 10 y el peldaño inferior es 0, ¿en qué peldaño de la escalera siente que personalmente se encuentra en el momento actual?
a) En conjunto, ¿qué tan satisfecho está con su vida en general en estos días?
Muy satisfecho / Moderadamente satisfecho / Ni satisfecho ni insatisfecho / Moderadamente insatisfecho / Muy insatisfecho.
En sus preguntas de bienestar subjetivo, el INEGI parte de los lineamientos de la OCDE, con algunas adaptaciones. En la mayor parte de los casos utiliza opciones de respuesta de tipo numérico ascendente, aunque con interpretaciones algo distintas según el tipo de preguntas específicas de que se trate. Así, si consideramos el Módulo de Bienestar Autorreportado (BIARE) Básico que se levanta en conjunto con la Encuesta Nacional de Confianza del Consumidor (ENCO), se observan preguntas como las que siguen: 29
1) En general me siento bien con respecto a mí mismo.
2) Soy libre para decidir mi propia vida.
3) Por lo general siento que lo que hago en mi vida vale la pena.
4) Siento que tengo un propósito o alguna misión en la vida.
1) su nivel de vida?
2) su salud?
3) sus logros en la vida?
4) sus relaciones personales?
5) sus perspectivas a futuro?
6) el tiempo del que dispone para hacer lo que le gusta?
7) su seguridad ciudadana?
8) la actividad principal que usted realiza (trabajar, quehaceres del hogar, estudiar, cuidar o asistir a un familiar)?
9) su vivienda?
10) su vecindario?
11) su ciudad?
12) su país?
29 INEGI (2013).
30 Se utilizan tarjetas con gráficos para explicar que 0 significa totalmente insatisfecho y 10 totalmente satisfecho.
31 Se utilizan tarjetas con gráficos para explicar que 0 significa totalmente en desacuerdo y 10 totalmente de acuerdo.
32 Se utilizan tarjetas con gráficos para explicar que 0 significa en ningún momento del día y 10 significa todo el día.
33 Se usan tarjetas con gráficos para explicar que 0 significa totalmente insatisfecho y 10 totalmente satisfecho.
El bienestar subjetivo es un tema que se ha venido adoptando por diversas oficinas nacionales y regionales de estadística alrededor del mundo (organismos como la OCDE y la Eurostat; y países como China, Bután, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia, Australia, Nueva Zelanda, Alemania, Bélgica, Brasil, entre otros), incluyendo a México, por medio del INEGI. Los datos que el INEGI ha presentado en sus módulos de bienestar autorreportado, designados bajo el acrónimo BIARE, arrojan luz sobre una multiplicidad de aspectos relacionados con la felicidad de los mexicanos.
Existen tres ejercicios BIARE: el BIARE Piloto, con el que el INEGI se estrenó en la materia, mediante un módulo en la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGASTO) del primer trimestre de 2012 (con 10 654 hogares en muestra representativa a nivel nacional); el BIARE Ampliado, que acompañó al Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) de 2014 (con 44 518 hogares en muestra representativa a nivel nacional y por entidad federativa); y el BIARE Básico, que se levanta como módulo de la Encuesta Nacional de Confianza del Consumidor (ENCO) el primer mes de cada trimestre (con 2 336 hogares en muestra representativa a nivel urbano nacional), desde el tercer trimestre de 2013 hasta la fecha, con la única excepción de abril y julio de 2020, cuando la encuesta tuvo que suspenderse por la contingencia sanitaria del COVID-19. En adición a los módulos BIARE, el INEGI incorporó algunas preguntas sobre bienestar subjetivo en la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo de los Hogares (ENUT) de 2014 y en la de 2019, así como en la Encuesta Demográfica Retrospectiva (EDER) de 2017.
Daniel Kahneman, psicólogo de la Universidad de Princeton, galardonado con el Premio Nobel de Economía en 2002, insiste en la importancia de reconocer la diferencia entre estar felices en la vida y felices con la vida.34 Estar felices en la vida, instante por instante, se asemeja a la idea del hedonímetro de Edgeworth. La idea de Edgeworth era que el bienestar de una persona se podría resumir en algo así como la suma o integral de los reportes hedónicos instantáneos de un individuo a lo largo de su vida. Esos reportes hedónicos se corresponden muy cercanamente con lo que aquí llamamos bienestar subjetivo “emotivo”, que tienen que ver con reacciones más o menos instantáneas. Estar felices con la vida supone algo distinto, en el sentido en que esta valoración no es la simple suma de experiencias hedónicas sino resultado de un complejo procesamiento que selecciona solo algunas de esas vivencias y les da pesos específicos desde mecanismos psicológicos complicados. Resulta interesante que cuando a alguien se le pregunta sobre su experiencia de vida, nos dé un reporte inevitablemente selectivo. Las mediciones de bienestar subjetivo que apelan a la memoria tienen ese sesgo incorporado. Tal vez, por eso ocurre que podemos recordar con cariño al maestro que en su momento nos hizo padecer, desvelarnos y esforzarnos mucho. Las preguntas sobre satisfacción con la vida apelan a esas evaluaciones de tipo cognitivo, filtradas y ponderadas de manera más o menos inconsciente. Las evaluaciones de vida son mediciones de esta naturaleza. Al momento de comparar entre experiencias ocurridas, en realidad comparamos entre memorias de esas experiencias. Las preguntas evaluativas son de lo más importante al momento de hablar de experiencias de vida. En lo que sigue se usarán distintas métricas de bienestar subjetivo, pero la atención principal estará en la satisfacción con la vida.
34 Kahneman (2011).
Las encuestas de bienestar subjetivo aplicadas en México, que han utilizado escalas de 0 a 10 para indagar sobre satisfacción con la vida, reportan siempre valores en torno a un promedio de 8.0. Esto no solo es cierto para los más de 26 levantamientos que ha realizado el INEGI desde 2012, sino también para encuestas llevadas a cabo por otras instancias como la Encuesta Mundial de Valores, Banamex-Este País, la Universidad de Monterrey, el programa del Seminario Satisfacción Subjetiva con la Vida y la Sociedad (SAVISO) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Consulta Mitofsky, entre otras. Entonces, no tiene mucho sentido preguntarse si el valor en torno a 8.0 es correcto, sino que lo importante es tratar de entender cómo es que eso es así y qué puede explicar el hecho de que ciertos conjuntos de población estén más arriba o más debajo de ese promedio. Un promedio de alrededor de 8.0, en escala de 0 a 10, como el que sistemáticamente se encuentra para el caso mexicano, no supone que todo mundo esté muy cerca de su ideal de vida y no supone que exista un umbral aprobatorio como en las calificaciones escolares. Dado que la mayor parte de las respuestas se agolpan en un rango de valores relativamente pequeño, diferencias de apenas una o dos décimas de punto suelen ser estadísticamente significativas. Además, detrás de los promedios hay distribuciones, y aunque las correspondientes a la satisfacción con la vida concentran su densidad en los valores más altos de la escala (entre 7 y 10), es importante reconocer que aún así habría millones de personas adultas en México que estarían respondiendo valores muy bajos (entre 0 y 6). Millones de personas que declaran no estar satisfechas con su vida reflejan una realidad al menos preocupante.
Si tomamos en consideración el BIARE Ampliado de 2014 -que tiene cobertura de alcance nacional y por entidad federativa, así como el mayor tamaño de muestra hasta el momento-, tenemos que el promedio nacional de satisfacción con la vida era de 7.95, con un nivel ligeramente mayor para los hombres (8.04) que para las mujeres (7.88). Cifras más recientes -de alcance urbano exclusivamente- que corresponden al mes de enero de 2021, muestran un promedio nacional de 8.18 (8.32 para los hombres y 8.05 para las mujeres). También vale la pena mencionar que el promedio desciende con la edad de las personas.
Usando los resultados de enero de 2020 podemos ver que la satisfacción con la vida es gradualmente menor a medida que se consideran grupos de población de mayor edad. Esto puede resultar sorprendente a la luz de un hecho estilizado derivado de cifras de algunos países desarrollados (por ejemplo, Japón) en los que se observa una relación en forma de “U” entre la edad y la satisfacción con la vida. Al respecto, cabe considerar que en esos países las personas de mayor edad tienen una esperanza de vida y un nivel de seguridad económica y calidad de atención médica mejores que en países de desarrollo medio, muy desiguales y altamente informales en su mercado laboral, como México. Más aún, es un error técnico pretender derivar una relación de carácter longitudinal (la gente es menos feliz cuando pasa de joven a madura y luego más feliz cuando pasa de madura a vieja) de cifras de corte transversal, que dan una fotografía del estado de las cosas en un momento dado, de manera que de entrada no podemos saber si lo que estamos observando corresponde a: 1) diferencias entre cohortes o generaciones; 2) consecuencias de eventos específicos que afectaron especialmente a personas de un cierto rango de edad; o 3) diferencias observadas que correspondan en las edades de las personas. En realidad, uno necesita información longitudinal o al menos información retrospectiva para tener una mejor idea de la relación entre la edad y el bienestar subjetivo, de manera que las frecuentes afirmaciones sobre una supuesta “U” entre edad y felicidad, que con frecuencia aparecen en los medios, deben ser tomadas con un grano de sal.35
35 Pinker (2018), cap. 18.
Fuente:
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). BIARE Ampliado 2014.
Fuente:
INEGI. BIARE Ampliado 2014.
Algo que sí podemos ver con claridad en los resultados de las encuestas es que existe una relación positiva entre el nivel de escolaridad y la satisfacción con la vida. Sin embargo, estudios econométricos muestran que cuando se controla por variables sociodemográficas y económicas, y muy especialmente, cuando el control se hace por ingreso, la relación antes descrita se hace menos clara, lo que sugiere que el ingreso y el estatus son los verdaderos responsables de la correlación positiva entre la escolaridad y la satisfacción con la vida. Es decir, que cuando vemos que las personas con más escolaridad reportan mayor satisfacción con la vida, parte de lo que está ocurriendo en el fondo es que la gente con mayores ingresos -que suele ser la que tiene mayor educación-, es la que reporta también mayor bienestar subjetivo (gráfica 2).
Un tema que quizá intrigue a muchas personas que desean tener alguna validación externa de decisiones que tomaron o piensan tomar, es la relación entre el estado conyugal y la satisfacción con la vida. Para tranquilidad de muchas de ellas, las cifras indican que las personas casadas experimentan mayor satisfacción con la vida que las solteras o en cualquier otra situación -unión libre, divorcio o viudez- (gráfica 3). Una vez más, vale la pena aclarar que cuando se usan los controles adecuados en un modelo econométrico, lo que emerge es algo distinto: en particular la situación conyugal casado y en unión libre quedan en primer lugar de manera indistinguible, lo que habla de la importancia de vivir en compañía, mientras que las situaciones asociadas con soledad o ruptura quedan en clara desventaja.36
36 Kahneman (2011).
Fuente:
INEGI. BIARE Ampliado 2014.
Los datos del INEGI muestran que la satisfacción con la vida tiende a ser más alta a medida que se considera a grupos de población de mayores ingresos. Así, si ordenamos los hogares según su ingreso per cápita en diez grupos, cada uno con igual número de hogares, veremos que a medida que pasamos de las décimas partes (o deciles) de hogares con menores ingresos a las de mayores ingresos, la satisfacción con la vida de cada sucesivo decil es mayor. De esta manera, se tiene una relación estadística positiva entre los ingresos y el bienestar subjetivo (gráfica 4), en línea con lo que sugieren Stevenson y Wolfers.37
Cabe aclarar que esto no significa una relación lineal a nivel individual, ya que, en las bases de datos sí se encuentran casos en los que hogares en el decil de mayores ingresos reportan muy baja satisfacción con la vida y hogares en los deciles de menores ingresos que reportan muy alta satisfacción con la vida. Sin embargo, la probabilidad de que en una búsqueda al azar se encuentre a alguien que califique su satisfacción con la vida con 9 o 10, es mucho mayor si se busca entre los integrantes del décimo decil que si se hace entre los integrantes del primer decil. También hay que decir que en los casos donde existe disociación entre el ingreso y la satisfacción con la vida es posible identificar, con frecuencia, relaciones afectivas, familiares o sociales, o eventos personales negativos o positivos que lo justifican. Así, por ejemplo, una persona pobre, pero con buena salud y buenas relaciones familiares y que no haya sufrido choques anímicos negativos recientes puede resultar con indicadores de bienestar subjetivo mejores que alguien con mayores ingresos, pero con malas relaciones sociales y familiares, enfermedades o pérdida reciente de algún familiar, un trabajo o una relación. Ingreso y satisfacción con la vida están estrechamente correlacionados, pero no son lo mismo. De ahí que se gane información al considerar al bienestar subjetivo en adición a las variables económicas y demográficas más frecuentemente utilizadas.
37 Stevenson & Wolfers (2008).
Diagrama 1
Pobreza multidimensional. Dimensiones del Coneval
Si atendemos a indicadores objetivos de bienestar que vayan más allá del ingreso, encontramos también una clara relación entre la pobreza multidimensional y el bienestar subjetivo. Consideremos como ejemplo el caso de la pobreza multidimensional que mide el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). El Coneval utiliza dos líneas de pobreza monetarias -una alimentaria a la que llama línea de bienestar mínimo y otra que incorpora una canasta alimentaria y no alimentaria a la que llama línea de bienestar– y seis carencias sociales, relacionadas con educación, salud, alimentación, seguridad social, vivienda y servicios en la vivienda.38 Las categorías Coneval se resumen en el diagrama 1.
Fuente:
Elaboración propia con información de la Metodología para la medición de la pobreza en México (Coneval, 2019).
38 Stevenson & Wolfers (2008).
Gráfica 5
Satisfacción con la vida según el número de carencias
Promedios en escala de 0 a 10
Gráfica 6
Satisfacción con la vida según el tipo de carencia1/
Promedios en escala de 0 a 10
De conformidad con las definiciones del Coneval, las personas en hogares con ingresos por debajo de la línea de bienestar y con tres o más carencias sociales se encuentran en pobreza extrema multidimensional. Las que tienen ingresos entre la línea de bienestar mínimo y la línea de bienestar, y tienen al menos una carencia social, están en pobreza moderada multidimensional. Las que están en hogares con ingresos superiores a la línea de bienestar, pero con al menos una carencia social son vulnerables por carencias y, las que están en hogares sin ninguna carencia social, pero con ingresos inferiores a la línea de bienestar, son vulnerables por ingresos. Quienes en sus hogares tienen ingresos iguales o superiores a la línea de bienestar y no tienen ninguna carencia social integran el grupo de las no pobres y no vulnerables. Las cifras del BIARE Ampliado muestran que, en promedio, la satisfacción con la vida es menor en la medida que el número de carencias sociales que sufren los hogares es mayor. Esos mismos datos muestran que algunas carencias afectan el bienestar subjetivo más que otras, siendo la carencia alimentaria la que se asocia con los menores niveles de satisfacción con la vida (gráficas 5 y 6).
1/ Se toma el valor de la carencia, independientemente de la combinación que pudiera tener con otras carencias o con ninguna otra.
Fuente:
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). BIARE Ampliado 2014.
Gráfica 7
Satisfacción con la vida según dimensiones de pobreza del Coneval
Promedios en escala de 0 a 10
I Pobres extremos
I No pobres y no vulnerables
También ocurre que las personas que no son ni pobres ni vulnerables reportan en promedio mayor satisfacción con la vida que todas las demás. A su vez, quienes están en pobreza moderada tienen mayor satisfacción con la vida que quienes están en pobreza extrema, pero menor que quienes son vulnerables por carencias, y éstas a su vez tienen menor satisfacción con la vida que las vulnerables por ingresos. Como se puede ver, el extendido temor de que los más pobres pudieran ser condicionados a vivir en una especie de paraíso de los tontos, en el que se les hiciera creer que son muy felices pese a sus privaciones cotidianas, no está fundamentado empíricamente, al menos para el caso de México.39 Por el contrario, se observa un continuo muy claro entre pobreza multidimensional y bienestar subjetivo, indicando que las condiciones materiales de existencia importan cuando se trata de satisfacción con la vida (gráfica 7).
Estas condiciones materiales de existencia, reflejadas en las distintas categorías de pobreza del Coneval, hacen diferencia en la satisfacción con la vida, pero también en dominios específicos de bienestar, como la satisfacción con la vida familiar, la vida afectiva, la actividad realizada, los logros, la vivienda, las perspectivas, la vida social, la salud, el nivel de vida, el tiempo libre y el vecindario. La idea de que lo material no importa cuando de felicidad se trata es, en términos generales, falsa (gráfica 8).40
El enfoque de bienestar subjetivo, al que en términos menos estrictos llamamos felicidad, ofrece evidencias de que, si bien lo económico y lo material importan, no son lo único que importa y, con frecuencia, no son lo que más importa. Los argumentos que intervienen en la explicación de las diferencias en la felicidad reportada por las personas van más allá de las combinaciones de bienes y servicios de consumo que su ingreso les permite adquirir. Así, por ejemplo, la satisfacción con la vida social, con la vida afectiva y con la vida familiar hacen diferencias muy importantes. Otros aspectos también tienen efectos marginales dignos de consideración. Por ejemplo, la existencia o no de personas con adicciones en el hogar hace una diferencia. Si alguien en el hogar ha sido víctima de la violencia, de manera muy destacada o si la violencia proviene de alguien con quien se cohabita, hace una diferencia. Si se es generoso, si se vive libre de discriminación, si se recibe reconocimiento por hacer las cosas bien, si la gente se percibe con libertad para tomar decisiones importantes en su vida, si se tiene una vida saludable y si se practica deporte regularmente, esto hace una diferencia. En una multiplicidad de sentidos, la manera en que cada persona se relaciona con otras personas hace una gran diferencia. Destaca el hecho de que lo que ocurra con la satisfacción con la vida familiar y con la vida afectiva tiene un peso especialmente importante en la satisfacción con la vida en general (gráfica 9).
Fuentes:
INEGI. BIARE Ampliado 2014.
39 García (2011).
40 De todos los dominios de bienestar que mide el INEGI, solamente la satisfacción con el país y con la seguridad ciudadana es mayor para los pobres extremos que para los
no pobres ni vulnerables. Esto muy probablemente se deba a que los segundos disponen de más información y tienen más que perder que los primeros.
1/ La categoría Muy baja incluye valores de 0 a 4, mientras que Muy alta tiene valores de 9 o 10.
2/ Para la categoría Sí se hizo un promedio de los promedios de satisfacción cuando se confía en más de cinco familiares y cuando se confía en más de cinco amistades. Para la categoría No se promediaron los casos que se encontraban en una situación diferente a la anterior.
3/ Este rubro fue tomado del BIARE Piloto del INEGI (2012). Para la categoría No se tomó la frase: No sufrió agresión física.
4/ Se incluyó a quienes realizan por lo menos una de las siguientes: ayuda económica a terceros, hacen donativos
(no limosnas) o realizan trabajo voluntario.
Fuente:
INEGI. BIARE Ampliado 2014 y BIARE Piloto 2012.
Gráfica 10
PIB trimestral per cápita
Pesos a precios constantes de 2013
I Población en situación de pobreza
I Población en situación de pobreza extrema
Fuente:
Elaboración propia con
datos de INEGI (Cuentas
Nacionales. PIB trimestral
a precios de 2013, serie
tendencia-ciclo) y CONAPO
(Proyección de población por entidad federativa).
Fuente:
Coneval.
La satisfacción con la vida ha tendido a incrementarse, aunque a paso muy lento, durante los últimos años. El BIARE Básico -que es representativo a nivel urbano nacional- ha mostrado una ligera tendencia positiva desde que comenzó a levantarse, en el tercer trimestre de 2013. Esta tendencia positiva es congruente con un conjunto de avances modestos, peros sostenidos en lo económico: de 2013 a 2018, hubo sin duda logros tales como el incremento sin precedentes en el empleo formal y una reducción consistente de la tasa de desempleo, crecimiento positivo modesto pero estable en el PIB per cápita; y una contención del crecimiento de la pobreza, la cual incluso se redujo marginalmente, especialmente la pobreza extrema. De las siete dimensiones con que se mide la pobreza oficialmente en México (ingreso, calidad y espacios de la vivienda, servicios en la vivienda, educación, salud, seguridad social y alimentación), ninguna se incrementó y varias de ellas se redujeron de manera sensible (gráficas 10 y 11).
Sin embargo, otras dimensiones de la vida pública fueron claramente desfavorables. Escándalos de corrupción a nivel federal, estatal y municipal, y una reversión en las tendencias a la baja de la violencia criminal en el país pesaron negativamente sobre la percepción del público respecto a su gobierno. Aún así, esto no parece haber afectado la evolución de la satisfacción con la vida, ya que ella está más relacionada con los eventos que afectan a los individuos en primera persona que a los acontecimientos que se consideran del entorno inmediato del individuo, sus familiares y amigos.
Gráfica 12
Satisfacción con la vida
Promedios en escala de 0 a 10
1/ Debido a la pandemia, en los meses de abril y julio de 2020 no hubo levantamiento del BIARE Básico, por lo que no existe información.
Fuente:
INEGI. BIARE Básico (ENCO).
La otredad pesa menos para la satisfacción con la vida, pero eso no quiere decir que no importe. De alguna manera, las personas son capaces de compartimentar esas experiencias, de tal modo que se puede estar crecientemente satisfecho con la vida, pero también crecientemente disconforme con el manejo de los asuntos públicos.
La serie de satisfacción con la vida del BIARE Básico muestra algunos episodios de separación de la tendencia que coinciden con hitos relevantes de la historia reciente del país. Por una parte, tenemos un incremento importante del bienestar con la vida en enero de 2015, en el momento en el que se puso en marcha la reforma en telecomunicaciones, la cual eliminó la larga distancia y abarató la telefonía de manera sensible. Esto, por un lado, implicó una transferencia equivalente de ingresos a los bolsillos de los consumidores y, por el otro, logró acercar más a unas personas con otras, siendo ambos elementos relevantes como argumentos del bienestar subjetivo.
El segundo momento ocurrió como un efecto espejo del primero, puesto que presentó una variación brusca de la satisfacción con la vida, pero en sentido negativo. Se dio en enero de 2017, coincidiendo con el fuerte incremento en el precio de los combustibles al que coloquialmente se conoció como “gasolinazo”. Esta situación no solamente significó una reducción de la capacidad de compra de los consumidores, sino que afectó su confianza en el gobierno.
El tercer momento coincidió con el triunfo electoral de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones presidenciales de agosto de 2018. Este evento político también se reflejó en el indicador de confianza del consumidor, que tuvo un incremento súbito e importante en el mismo mes de agosto de 2018, ante las esperanzas que esa elección despertó en un amplio sector de la población mexicana (gráfica 12).
I 2013
I 2017
I 2018
I 2017
Dicho efecto también puede observarse entre los dominios de bienestar. Por ejemplo, si comparamos los dominios de bienestar entre julio de 2013 y julio de 2017 observamos que los valores para 2017 son mayores para todas las variables, excepto para la satisfacción con el país y con la seguridad ciudadana. Entre 2013 y 2017 la satisfacción con dos importantes elementos de la otredad, es decir, de lo público, vinieron a la baja. La gente reportaba un deterioro en la calidad de la gobernanza que recibía, dado el crecimiento en sus percepciones sobre temas tan importantes como corrupción e inseguridad. Las ganancias en la valoración subjetiva de estos dos aspectos, que coincidieron en el tiempo con los resultados de las elecciones presidenciales de 2018, parecen indicar que en aquel momento la gente sí tenía un “mal humor social”, pero que éste se movía por un carril distinto del de su satisfacción con la vida (gráficas 13 y 14).
Así, si comparamos satisfacción con la seguridad ciudadana y con el país entre julio de 2017 y el mismo mes, pero de 2018, vemos que el deterioro observado entre 2013 y 2017 desaparece. Esto es atribuible al cambio en las expectativas respecto a lo que serían tanto el país como la seguridad ciudadana bajo el nuevo régimen que, después de todo, llegó con una mayoría abrumadora a su favor, cuyas percepciones se ven reflejas en las encuestas probabilísticas.
Aquí es importante reconocer que ese efecto es casi totalmente debido a la esperanza de cambio para bien -junto con la conciencia de autodeterminación de quienes vieron reflejado en el resultado de las elecciones el sentido de su voto-, dado que, para julio de 2018, el nuevo gobierno aún no realizaba ninguna acción ni entraba en funciones. Así, el cambio en la satisfacción con el país y la seguridad ciudadana de julio de 2018 responde fundamentalmente a un cambio de expectativas derivado de nuevas y más positivas esperanzas. Sin duda, la esperanza (al igual que la desesperanza), sin prejuzgar sobre qué tan sólidos puedan ser sus fundamentos, tiene también un papel como argumento explicativo del bienestar subjetivo de las personas.
Quienes en su momento apostaron a que las ganancias en lo económico habrían de definir los resultados de las elecciones presidenciales de 2018 a favor del partido incumbente estaban dejando de lado que la gente puede separar entre su satisfacción con la vida, en el marco de lo que considera sus logros, y la dimensión de la gobernanza, en el dominio de lo público y de la otredad. Eso hace patente que la dimensión económica no es la única ni la más importante. En algún momento de la campaña presidencial de 1992, el equipo del presidente estadounidense Bill Clinton acuñó un recordatorio que decía: “¡Es la economía, estúpido!”.41 En contraste, las evidencias que acabamos de recorrer nos harían corregir ese texto para decir: ¡No es solo la economía, estúpido!
Fuentes:
INEGI. BIARE Ampliado 2014.
Fuente:
INEGI. BIARE Ampliado 2014 y BIARE Piloto 2012.
41 El autor de la frase fue James Carville, uno de los asesores de Bill Clinton.
El bienestar subjetivo es objeto de estudio de la mayor relevancia para el progreso social y debe ser un propósito central de las políticas públicas. La dimensión subjetiva del bienestar es fundamental, ya que resulta difícil sostener que una persona tiene una buena vida si no tiene una experiencia de vida grata y significativa. El bienestar subjetivo es un tema abordable desde el método científico, puesto que es objetivamente medible bajo las reglas de la estadística.
En este sentido, resulta necesario generar datos confiables sobre la materia. Después de todo, es frecuente que lo que se mide se puede administrar, y la mejor manera de administrar algo es con base en evidencias y no en creencias. Como diría Angus Deaton: “Sin buenos datos, cualquiera puede reclamar éxito con cualquier política”.42 Por eso es necesario medir y conocer los correlatos y determinantes del bienestar subjetivo. Sin embargo, como ocurre con otras aproximaciones al bienestar de las personas, las mediciones del bienestar subjetivo son imperfectas y sus usuarios deben estar conscientes de sus fortalezas tanto como de sus debilidades. Además, con todo lo relevantes y útiles que son no es recomendable tomarlas como la única o la principal métrica de bienestar a considerar. Lo deseable es que la dimensión subjetiva sea parte de un tablero de indicadores que tome en consideración otros aspectos, sobre todo, aquellos que hagan referencia a las libertades y capacidades de las personas (en el sentido de lo propuesto por Amartya Sen y Martha Nusbaum)43 y a sus derechos humanos y constitucionales, sin dejar de lado los aspectos relacionados con el bienestar material y el uso racional de los recursos naturales que demanda la sostenibilidad intergeneracional del progreso social.
Dicho esto, conviene hacer un breve recuento de lo señalado en esta lectura:
42 Deaton (2015).
43 Nusbaum & Sen (1996).
Borges, Jorge Luis (1976), “El remordimiento”, en La moneda de hierro, Emecé Editores, Buenos Aires.
CE (2020), “Más allá del PIB”, Comisión Europea, Bruselas, Enlace
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