Investigador técnico en la Junta de Gobierno del Banco de México (Banxico) adscrito a la Subgubernatura de Irene Espinosa. Su especialidad es el análisis macroeconómico y la política monetaria. Inició su carrera en el banco central mexicano en 2002, donde ha sido asesor de la Junta de Gobierno, adscrito a la Subgubernatura de Everardo Elizondo, y especialista financiero en la Dirección General de Estabilidad Financiera. Tiene amplia experiencia docente y en la divulgación de la economía. Actualmente, imparte el curso de Moneda y Banca como profesor externo en la licenciatura en Economía de la Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL). Regularmente imparte clases en la maestría en Economía del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Fue profesor externo en la especialidad en Divulgación de la Economía del Museo Interactivo de Economía (MIDE) por una década y sigue participando como docente en el Foro educativo de dicha institución. Desde 2005, es miembro del Comité Técnico del Indicador IMEF, el cual preside desde 2017.
* El autor es investigador técnico en el Banco de México. Este documento tiene un propósito educativo. Las interpretaciones y opiniones vertidas son las del autor y no necesariamente coinciden con las de la institución en la que labora, los miembros de su Junta de Gobierno o sus funcionarios.
Nations, like individuals, cannot become desperate gamblers with impunity.
Punishment is sure to overtake them sooner or later.
Esta lectura presenta una introducción mínima al complejo y fascinante tema de la estabilidad financiera. En la primera parte se destacará la evolución del estrecho vínculo que ha guardado la estabilidad financiera con la banca central y se comentará el marco institucional vigente en México para propiciarla. En la segunda parte, se presentará una definición de estabilidad financiera, se abordará la noción de riesgo sistémico, así como se hablará de las características de las políticas macroprudenciales, conceptos esenciales para iniciarse en la materia. Por último, en la tercera y última parte se explicarán algunos de los indicadores publicados en el “Reporte de Estabilidad Financiera” del Banco de México, cuyo propósito es dar seguimiento al nivel de estrés en los mercados financieros y al riesgo sistémico.
Para abordar, por primera vez, el tema de la estabilidad financiera resultará de utilidad para el lector indagar sobre sus orígenes en la banca central. Ante todo, la estabilidad financiera debe asociarse con el interés público, ya que eso la ha llevado a establecerse como un objetivo de política económica en la actualidad.
El surgimiento de la estabilidad financiera como un tema de interés público está ligado a los orígenes de la banca central. Los primeros bancos centrales fueron constituidos con capital privado, pero desde el principio tuvieron funciones de beneficio público.
Dos de los casos más representativos de esta primera generación de bancos centrales son el banco central de Suecia (Sveriges Riksbank) y el Banco de Inglaterra (Bank of England), creados en 1668 y 1694, respectivamente, para adquirir deuda de sus gobiernos.1 Sin embargo, conviene recordar que este mandato no comprometía la estabilidad de precios, puesto que la convertibilidad al oro establecida en sus cartas constitutivas impedía una expansión monetaria discrecional.
De hecho, debido al elevado nivel de reservas de oro y la amplia relación que tenían con bancos comerciales, los bancos centrales de “primera generación” se convirtieron en facilitadores de las transacciones interbancarias y en centrales de depósito de tales intermediarios. Estas primeras funciones sentaron las bases para desarrollar con el tiempo la doctrina clásica del prestamista de última instancia, cuyos principales arquitectos fueron los economistas ingleses Henry Thornton y Walter Bagehot.2
En esencia, la función de prestamista de última instancia tiene el propósito de evitar que un problema de liquidez en un banco privado se convierta en uno de solvencia y, así, evitar un posible pánico financiero con enormes costos para ahorradores, inversionistas y la sociedad, en general. No es desatinado describir esa función, en términos actuales, como una de las primeras herramientas macroprudenciales para propiciar la estabilidad financiera.
La doctrina clásica del prestamista de última instancia ejerció gran influencia en la creación de bancos centrales a principios del siglo XX y uno de los casos emblemáticos es, sin duda, el del Sistema de Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed). Hoy en día, la mayoría de la gente sabe que, a diferencia de otros bancos modernos, el Fed tiene un “mandato doble” que consiste en alcanzar “empleo máximo y precios estables”. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que cuando se creó -en 1913- el Fed se estableció como el banco central de Estados Unidos para proveer a ese país de “un sistema monetario y financiero más seguro y flexible”.3 En otras palabras, el propósito detrás de la creación del banco central más importante en el mundo fue favorecer la estabilidad financiera, luego de décadas de crisis financieras recurrentes.
El actual mandato dual del Fed no se establecería sino hasta 1977, influido por las lecciones aprendidas durante dos episodios traumáticos para la sociedad estadounidense: la Gran Depresión de 1930 -con sus efectos devastadores sobre el empleo- y la Gran Inflación, que se extendió de 1965 a 1982, socavando el poder adquisitivo de la población. Pero el origen del banco central que emite los dólares americanos estuvo ligado a la procuración de la estabilidad financiera.
Si bien el tema de estabilidad financiera siempre ha estado ligado al hacer y quehacer de la banca central desde sus comienzos, no fue sino hasta después de la crisis financiera internacional de 2008 que tuvo un resurgimiento global.
En 2008, el Grupo de los 20 (G20) incluyó como parte de su plan de acción de reforma financiera internacional la recomendación de que las autoridades nacionales y regionales trabajaran juntas para mejorar la cooperación regulatoria dentro de sus propias jurisdicciones, así como a nivel regional e internacional. Asimismo, que trabajaran para promover la compartición de información sobre amenazas internas y transfronterizas para la estabilidad de los mercados.
Ante las devastadoras consecuencias de la crisis financiera global y su enorme costo económico y social, y tomando en cuenta las recomendaciones del G20, diversos países emprendieron profundas reformas financieras, aunque con características distintas en función de la naturaleza de sus propios marcos institucionales de regulación y supervisión financieras. Las reformas para procurar la estabilidad financiera involucraron directamente a los bancos centrales, algunos de los cuales, incluso, incorporaron en su ley el objetivo de estabilidad financiera.
El Banco de Inglaterra fue uno de ellos. En 2009, incorporó en su marco legal el objetivo de estabilidad financiera, especificando que para lograrlo esa institución debería trabajar con las entidades relevantes, incluyendo el Tesoro británico. En 2012 se creó el Comité de Política Financiera con la función de “identificar, monitorear y tomar acciones para eliminar o reducir el riesgo sistémico a fin de proteger y aumentar la resiliencia del sistema financiero británico”.4
Cabe añadir que el objetivo de estabilidad financiera es adicional y compatible con el objetivo de la política monetaria de ese banco central, que es “mantener la estabilidad de precios y, sujeto a ello, apoyar la política económica del Gobierno de Su Majestad, incluyendo los objetivos de crecimiento y empleo”.5 Así, el Banco de Inglaterra existe para asegurar la estabilidad monetaria y para contribuir a la estabilidad financiera, teniendo como su primer propósito central la estabilidad monetaria y, como segundo propósito fundamental, la estabilidad financiera.6
En México, el marco institucional de estabilidad financiera es distinto al del Reino Unido. La razón fundamental es que la mayoría de las funciones de regulación y supervisión en el sistema financiero mexicano no las realiza el banco central, como sucede en dicho país, sino que la hacen órganos desconcentrados de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), como la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) y la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR), entre otras.
De acuerdo con la Ley del Banco de México, la finalidad del banco central en México es proveer a la economía del país de moneda nacional y, en la consecución de dicha finalidad, tiene como objetivo prioritario procurar la estabilidad del poder adquisitivo de dicha moneda. Asimismo, la Ley prevé otras dos finalidades: promover el sano desarrollo del sistema financiero y propiciar el buen funcionamiento de los sistemas de pagos.
La Ley del Banco de México no menciona explícitamente el objetivo de estabilidad financiera. Sin embargo, ese objetivo está inexorablemente vinculado a las finalidades referidas. En primer lugar, porque la inestabilidad financiera trastoca el mecanismo de transmisión de la política monetaria y, al hacerlo, obstaculiza el correcto funcionamiento de la única herramienta que tiene el Banco de México para cumplir su objetivo prioritario. En segundo, porque un entorno de estabilidad financiera es condición necesaria, aunque no suficiente, para el sano desarrollo del sistema financiero. Y tercero, porque la estabilidad financiera y el buen funcionamiento de los sistemas de pagos son objetivos complementarios que se refuerzan mutuamente.
7 Una introducción más detallada al marco institucional de la estabilidad financiera en México y el rol del banco central se encuentra en Sepúlveda (2012).
Aun cuando el Banco de México siempre ha dado seguimiento y atención a temas de estabilidad financiera, no fue sino hasta 2010, como respuesta a las recomendaciones del G20, que creó la Dirección General de Estabilidad Financiera (DGEF). La DGEF es el área responsable de preparar el “Reporte de Estabilidad Financiera”, que en la actualidad el Banco de México publica semestralmente.
El mismo año, por decreto presidencial, se creó el Consejo de Estabilidad del Sistema Financiero (CESF), como una instancia para la evaluación, el análisis y la coordinación de autoridades en materia de estabilidad financiera. Su mandato fue “propiciar la estabilidad financiera, evitando interrupciones o alteraciones sustanciales en el funcionamiento del sistema financiero y, en su caso, minimizar su impacto cuando éstas tengan lugar”.8
Con las reformas financieras, que entraron en vigor en 2014, el CESF quedó establecido en la Ley para Regular Agrupaciones Financieras, lo que abona a su permanencia. Cabe destacar que nueve representantes del más alto nivel de seis autoridades financieras integran dicho Consejo, el cual está presidido por el secretario de Hacienda y, en su ausencia, por el gobernador del Banco de México. Además, la secretaría ejecutiva está a cargo del Banco de México.
El Consejo publica un informe anual en el que analiza la situación de estabilidad financiera en el país y reporta sus actividades, el cual, junto con el “Reporte de Estabilidad Financiera”, que elabora el Banco de México, constituyen los documentos más completos en la materia publicados en México.9
En resumen, en México la procuración de la estabilidad financiera es una responsabilidad compartida entre las distintas autoridades financieras. Sin embargo, el Banco de México desempeña un papel central en la consecución de dicho objetivo toda vez que este último está ligado al corazón de su razón ser: el cumplimiento de sus finalidades y objetivo prioritario. Además, porque realiza un papel central en el funcionamiento y la continuidad del CESF.
En contraste con la definición del objetivo de estabilidad de precios, que en México se traduce en mantener la inflación -medida a través del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC)- en 3% anual, el objetivo de estabilidad financiera no puede establecerse en función de un solo parámetro. La dificultad comienza con la definición misma de estabilidad financiera. ¿Cuándo existe esa condición?
Las complicaciones para acordar una aceptación general de estabilidad financiera surgieron tan pronto como se trató de definir dicha cualidad como un objetivo de política, ya que se volvía necesaria su medición para contar con cuantificaciones que pudieran realizar su evaluación: “La estabilidad financiera es difícil de definir y mucho más difícil de medir”.10
Así, a continuación se ofrecerá una definición de estabilidad financiera que, a juicio del autor, es de las más completas, aunque no resuelve el problema de medición señalado ni tampoco el de la parametrización requerida para su cumplimiento como objetivo de política económica. Posteriormente, se explicará el concepto de riesgo sistémico, que es la piedra angular para construir políticas macroprudenciales y se hará referencia a algunos indicadores y herramientas para evaluar el riesgo sistémico.
8 Enlace
9 Los nueve miembros del CESF son: el secretario y subsecretario de la SHCP, los presidentes de la CNBV, la Comisión Nacional de Seguros y Fianzas (CNSF) y la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (CONSAR), el secretario ejecutivo del Instituto para la Protección del Ahorro Bancario (IPAB) y el gobernador y dos subgobernadores del Banco de México, nombrados por
el gobernador.
10 Gadanecz & Jayaram (2009), p. 365.
En 2011, sir Paul Tucker -quien entonces era subgobernador del Banco de Inglaterra para la estabilidad financiera- propuso la siguiente definición:
Prevalece la estabilidad financiera cuando el sistema financiero es suficientemente resiliente, de manera que las preocupaciones sobre los estados de mundo adversos no afectan la confianza en la habilidad del sistema financiero para prestar servicios clave al resto de la economía.11
Como el mismo economista británico lo explica, las palabras clave de esta definición son confianza y resiliencia. En efecto, la estabilidad financiera está presente cuando existe la confianza de que el sistema financiero podrá continuar prestando servicios clave -por ejemplo, intermediación de fondos y servicios de liquidez- que ofrece a la economía, a pesar de la materialización de choques de distinta naturaleza e intensidad. Por su parte, la base de la confianza está en la resiliencia del mismo sistema, definida ésta como su capacidad para asimilar ordenadamente los impactos de choques de distinta naturaleza e intensidad de manera que éstos no le impidan (al sistema financiero) seguir prestando servicios clave para el correcto funcionamiento de la economía. No sobra decir que la confianza apuntala la resiliencia del sistema, y viceversa.
11 Tucker (2011), p. 4.
A diferencia de los distintos riesgos que enfrentan las instituciones financieras individualmente, y para los cuales existen estrategias e instrumentos de diversificación, el riesgo sistémico, como su nombre lo dice, es inherente a todo el sistema y, por tanto, lo enfrentan simultáneamente todos o la mayoría de los intermediarios y entidades financieras, por lo que resulta mucho más difícil de mitigar.
Asimismo, los efectos adversos sobre la economía real -la producción de bienes y servicios y el empleo, entre otras variables macroeconómicas- de la materialización de los riesgos sistémicos son importantes y disruptivos. Por último, a menudo el riesgo sistémico no es observable, por lo que cuando se materializa sorprende a casi todos.
El riesgo sistémico está íntimamente relacionado con las conductas de las personas bajo ambientes de incertidumbre e influenciado por la psicología humana. Existen dos fenómenos conductuales característicos de la vida humana en sociedad que en particular exacerban el riesgo sistémico y que han sido identificados en la literatura especializada:
Si bien todos los riesgos sistémicos requieren tiempo para conformarse, éstos pueden clasificarse en dos clases según su naturaleza. Al primer tipo se le puede denominar riesgo sistémico sincrónico o de corte trasversal y al segundo riesgo sistémico diacrónico o de dimensión temporal. La paradoja de Persaud ayuda a entender el primero mientras que la miopía del desastre contribuye a comprender el segundo.
El riesgo sistémico sincrónico es aquél que se origina en una fuerte interrelación de diversas instituciones financieras. Por ejemplo, cuando numerosos bancos tienen una elevada exposición a la misma fuente de riesgo, el riesgo sistémico aumenta, ya que si un escenario adverso se materializa en la fuente de riesgo común todo el sistema resulta afectado. Por una razón similar, cuando una red de interconexión de instituciones financieras implica un elevado potencial de contagio, el riesgo sistémico se potencializa. Un caso particular de este tipo de riesgo sucede cuando forma parte de la red de interconexión una institución demasiado grande para declararse en bancarrota, vinculada de manera directa o indirecta con todas las demás. A esas instituciones se les denomina instituciones financieras sistémicamente importantes. La paradoja de Persaud ayuda a comprender el riesgo sistémico sincrónico.
Por su parte, el riesgo sistémico diacrónico es aquél que se genera con el trascurrir del tiempo, conforme se llega a situaciones que, ex post, se reconocen insostenibles. Quizá el ejemplo más ilustrativo sean las burbujas especulativas, las cuales son eventos recurrentes que detonan crisis financieras, y que se han documentado desde el siglo XVII a la fecha, siendo la más reciente la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, Reino Unido, España, Irlanda e Islandia entre 2002 y 2007.14 La miopía del desastre ayuda a comprender el fenómeno de las burbujas.
12 Persaud (2010).
13 Guttentag & Herring (1986).
14 Kindleberger & Aliber (2011), p.11.
El primer acuerdo del Comité de Basilea, aprobado por los gobiernos del G10 y circulado a los bancos en 1988, tuvo como objetivo emitir estándares internacionales en materia del capital que deberían conservar los bancos para que éste fuera suficiente y congruente con los riesgos que asumía la institución bancaria. Sin embargo, ese enfoque prudencial, que se mantuvo por muchos años, tenía en esencia un carácter individual, no sistémico.
La crisis financiera internacional de 2008 evidenció que las reglas de Basilea -hasta entonces vigentes- no habían garantizado que las instituciones constituyeran suficiente capital por los riesgos que implicaban para el sistema. Asimismo, se identificó la necesidad de implementar medidas para contener la acumulación de riesgos sistémicos y estrategias para manejarlos ordenadamente cuando se materialicen, en su caso. A las políticas que cumplen con ese doble propósito se les llama políticas macroprudenciales.
Definir con precisión qué es una política macroprudencial y en qué se distingue de una política prudencial (o si se desea, microprudencial) no es una tarea sencilla y ha suscitado infinidad de discusiones, ya que trazar una línea definitiva resulta muy difícil por la interrelación que hay en las distintas políticas prudenciales. Sin embargo, pueden identificarse algunas características que deben cumplir las políticas para que se califiquen como macroprudenciales. A continuación, se propone una definición que recoge esos elementos:
Una política macroprudencial parte de la recolección de información relevante para el diseño de indicadores que permitan una medición efectiva de los riesgos de carácter sistémico que enfrentan las instituciones financieras, con el fin de identificarlos con antelación e instrumentar medidas de carácter preventivas o correctivas que ayuden a minimizar su probabilidad de materialización o sus impactos en caso de que ocurran.
De la aseveración anterior, resulta claro que los riesgos sistémicos y las políticas macroprudenciales están estrechamente relacionados y si bien es verdad que en principio el cumplimiento adecuado de las políticas prudenciales, en general, puede contribuir a mitigar los riesgos sistémicos, éstas por sí mismas no garantizan ese resultado, ya que están diseñadas desde un enfoque individual. En contraste, las políticas macroprudenciales, al tomar en cuenta la interacción entre los intermediarios y el sistema financiero en su conjunto, permiten evaluar mejor los riesgos sistémicos, que es una condición necesaria para diseñar medidas efectivas para mitigarlos.
Desde la crisis financiera global se ha incrementado notablemente el interés en la medición de riesgo sistémico y se han logrado avances importantes en la disponibilidad de indicadores, reportes y análisis en distintos países y regiones del mundo, a pesar de que el tema había surgido mucho antes, como respuesta a crisis financieras previas.
Sin embargo, a diferencia de los indicadores de coyuntura económica que han sido usados por décadas y que, incluso, cuentan con estándares estadísticos internacionales, como es el caso de los sistemas de cuentas nacionales y las estadísticas de empleo, los indicadores de estabilidad financiera son mucho más recientes y heterogéneos.
Los indicadores de estabilidad financiera normalmente se construyen a partir de información producida por los mercados y las instituciones financieras, pero una parte de la información que alimenta tales indicadores no es pública, sobre todo aquella de mayor granularidad proveniente de las operaciones activas y pasivas de los intermediarios financieros.
Por lo anterior, los indicadores de estabilidad financiera, que además requieren de la aplicación de modelos o técnicas con diferentes grados de sofisticación basados en información reservada o confidencial, son principalmente construidos por las autoridades financieras supervisoras y los bancos centrales, o bien por organismos internacionales y centros de investigación, con los cuales los primeros celebran convenios de intercambio de información. Por su parte, los indicadores que provienen de información de los mercados financieros son producidos, además, por numerosas instituciones académicas o profesionales y están ampliamente disponibles.
A continuación, se mencionan algunos de los indicadores o técnicas utilizados para evaluar la estabilidad financiera y medir el riesgo sistémico de manera ilustrativa:
En México, si bien existe bastante información pública sobre los mercados financieros, los balances y las diversas actividades de los intermediarios financieros regulados, los indicadores de estabilidad financiera todavía son escasos y poco conocidos. No obstante, durante los últimos diez años han ido en aumento. En la siguiente sección se comentarán algunos de estos indicadores publicados en el “Reporte de Estabilidad Financiera”.
15 Kremer (2016).
16 Adrian & Brunnermeier (2016).
17 Acharya et al. (2017).
18 Huang et al. (2011).
19 Seth & Panda (2018).
20 Dent et al. (2016).
21 IMF (2010).
El Banco de México comenzó a publicar el “Reporte sobre el Sistema Financiero” (RSF) en 2007 con frecuencia anual. Los primeros volúmenes ofrecían una visión de la situación del sistema financiero mexicano y su desarrollo en un contexto amplio. De esta manera, incluía tópicos que iban desde el entorno económico internacional y nacional hasta el análisis de la estructura y competencia en la industria bancaria, la evolución reciente de los mercados financieros y el papel del Banco de México en los sistemas de pagos.
Sin embargo, paulatinamente, a partir del 2011, el RSF se fue enfocando hacia un informe sobre temas de estabilidad financiera. Y si bien durante los años subsecuentes se logró un avance importante en esa dirección, no fue sino hasta 2019 que se dio un paso decisivo, con la transformación del RSF en el “Reporte de Estabilidad Financiera” (REF o Reporte), el cual el Banco de México publica en la actualidad de manera semestral, en los meses de junio y diciembre. Como ya se señaló, junto con el Informe Anual del CESF, el REF es el documento en materia de estabilidad financiera más importante que se publica en el país.
A continuación, se muestran algunos indicadores que regularmente se incluyen en el REF. Todos los indicadores provienen del último Reporte disponible a la fecha de elaboración de esta lectura y para cada uno de ellos se explica brevemente su uso, interpretación y evolución reciente.
Como su nombre lo dice, este indicador muestra una medida del nivel del estrés de los mercados financieros. Como se mencionó en la sección anterior, se trata de un índice compuesto por varios indicadores de estrés individuales. En particular, agrega en un solo número indicadores de estrés de los mercados de deuda, accionario, cambiario, de derivados y de instituciones de crédito y riesgo país. El índice varía en una escala de 0 a 1, donde 0 es el mínimo y 1 es el máximo estrés registrado.
La gráfica 1 muestra el índice de estrés de los mercados mexicanos desde enero de 2019 a junio de 2020. Como puede apreciarse, el nivel de estrés aumentó sustantivamente entre febrero y marzo de 2020, lo cual se explica por la expansión de la pandemia de COVID-19 en el mundo y la expectativa de que las medidas de confinamiento ocasionaran una recesión mundial. Este tipo de indicadores sirve para comparar el nivel de estrés y su duración en distintos episodios de inestabilidad en los mercados financieros e identifica en cuál de ellos las tensiones son mayores. Por ejemplo, la gráfica 1 muestra que, si bien el estrés aumentó en todos los mercados financieros, su efecto fue mayor en el mercado cambiario y menor en las instituciones de crédito.
1/ El índice fue calculado con la metodología de componentes principales construido con 36 variables estandarizadas de los mercados financieros mexicanos agrupadas en seis categorías (mercados de deuda, accionario, cambiario, derivados, instituciones de crédito y riesgo país). La suma de los componentes arroja el IEMF escalado al intervalo [0,1]. Un mayor nivel del índice representa un mayor estrés financiero. Cifras a junio de 2020.
Fuente:
Elaboración propia con datos de INEGI, Banxico y Moreno.
El REF pone gran énfasis en el análisis de la situación financiera de la banca y los riesgos que enfrentan esas instituciones que desempeñan un papel central en la intermediación de fondos en el país y prestan servicios indispensables para el funcionamiento de los mercados financieros y los sistemas de pagos.
Un sistema bancario con suficiente capital y liquidez está mejor preparado para absorber choques adversos y, de esta manera, está mejor preparado para disminuir la probabilidad de que éstos propicien una disrupción en las actividades económicas del país. Por ello, luego de presentar un análisis de indicadores de solvencia de la banca, el Reporte muestra varios indicadores sobre los diversos riesgos que enfrentan dichas instituciones de depósito. A continuación, se comentarán algunos indicadores asociados a los riesgos de crédito, de mercado, de liquidez y de contagio que enfrenta la banca, analizados individualmente y de manera independiente a los demás riesgos.22
Los indicadores de riesgo de crédito buscan medir el riesgo de que las instituciones sufran pérdidas debido a que sus acreditados incumplan con sus obligaciones de pago contraídos con ellas. En el Reporte se presentan varios indicadores de riesgo de crédito, entre los que destacan el VaR en riesgo condicional (CVaR) anual por tipo de crédito y el índice de capitalización neto de riesgo.
El VaR en riesgo condicional (CVaR) anual por tipo de crédito es una medida que pretende medir las pérdidas que ocurrirían en situaciones extremas o de cola durante un periodo determinado. Es una medida de riesgo más adecuada que el Valor en Riesgo (VaR) cuando existe demasiada volatilidad en la variable de que se trate. En el Reporte se calcula por tipo de crédito a un nivel de confianza de 99.9% y se mide como porcentaje de la cartera respectiva. A mayor nivel del indicador, mayor es la pérdida esperada por la materialización del evento de cola definido por el nivel de confianza seleccionado.
22 En una situación de estrés la banca puede sufrir pérdidas por más de uno de estos riesgos simultáneamente, lo que llevaría a pérdidas totales más elevadas de las que se presentan.
Gráfica 2
VaR en riesgo condicional (CVaR) anual por
tipo de crédito1/
Por ciento de la cartera
I Empresas I Vivienda I Consumo I Total
I ICAP neto de riesgo I ICAP base
1/ Cifras a marzo de 2020.
Fuentes:
Banxico (2020).
En la gráfica 2 se aprecia que este riesgo es sustantivamente mayor para el crédito al consumo que para el crédito a empresas y vivienda. Sin embargo, recientemente el indicador de riesgo para las empresas ha venido aumentando más rápidamente que los otros dos. Considerando que el crédito a empresas representa alrededor de 60% de la cartera y que la información presentada cubre hasta marzo de 2020, donde apenas se comenzaban a sentir los efectos de la pandemia del COVID-19, estos resultados pueden interpretarse como una alerta, en el sentido de que las pérdidas potenciales para la banca en una situación de estrés han aumentado.
Por su parte, el índice de capitalización de la banca neto de riesgo resulta de calcular el índice de capitalización luego de restar las pérdidas correspondientes al CVaR al 99.9% de confianza para toda la cartera crediticia de la banca, tanto al capital neto como a los activos ponderados por riesgo. Para interpretar este indicador conviene recordar que el capital de una institución sirve para afrontar pérdidas no esperadas, puesto que las pérdidas esperadas se cancelan con las reservas para enfrentar riesgos crediticios. Entre menor sea este indicador, mayor es la vulnerabilidad de la banca ante episodios de estrés que afecten el cumplimiento de las obligaciones de sus acreditados. Al respecto, la gráfica 3 muestra que, ante el evento de cola, el índice de capitalización del sistema bancario en su conjunto caería en alrededor de cinco puntos porcentuales en relación con su nivel actual y descendería por debajo del umbral regulatorio de 10.5%, según cifras a marzo de 2020.
Gráfica 4
Valor en riesgo condicional (CVaR) de mercado al 99.9%
para el riesgo de mercado de la banca múltiple1/
Por ciento del capital neto
1/ Cifras a marzo de 2020.
Fuentes:
Banxico (2020).
Los bancos también pueden sufrir pérdidas por la caída en los precios de los activos no crediticios que mantienen en su balance o fuera de éste; al riesgo de que ello ocurra se le conoce como riesgo de mercado. Para medir ese riesgo y evaluar su evolución en el tiempo, el Reporte presenta el Valor en Riesgo Condicional (CVaR) al 99% para el riesgo de mercado de la banca usando datos históricos de los cambios en los precios de sus activos no asociados a préstamos. La interpretación de este indicador es análoga a la presentada en el mismo indicador para el riesgo de crédito: a mayor valor del indicador, mayor es la pérdida esperada en la situación de cola definida por un nivel de confianza del 99.9%.
La gráfica 4 muestra la evolución de este indicador de enero de 2015 a marzo de 2020. En ella se pueden apreciar dos aspectos importantes: primero, que desde mediados de 2016 el indicador ha mostrado una tendencia al alza y, segundo, que recientemente mostró un aumento sustantivo para llegar a una pérdida potencial en casos extremos de más de 6% de su capital neto. Como lo explica el propio documento, este último hecho es consecuencia del cambio en la composición de los portafolios de las instituciones hacia una mayor exposición directa a bonos de tasa fija a largo plazo -los cuales son más sensibles a cambios en las tasas de interés- y el repunte (temporal) de las tasas de interés asociado a la emergencia sanitaria por el COVID-19.
Los bancos pueden enfrentar problemas de liquidez si no cuentan con suficientes activos líquidos o fuentes de financiamiento a tasas de interés de mercado para cumplir sus obligaciones de pago de manera puntual. Al riesgo de que esta situación se materialice se le conoce como riesgo de liquidez. El riesgo de liquidez es un riesgo que deben administrar cuidadosamente los bancos puesto que de ocurrir puede ocasionarles pérdidas significativas e incluso la quiebra. Asimismo, los problemas de liquidez en los bancos pueden afectar a sus depositantes y provocar pánico, razón por la cual existen regulaciones que exigen a los bancos cumplir con ciertos requerimientos de liquidez.
En el REF se presentan indicadores del cumplimiento de tales regulaciones por institución y otros indicadores sobre el riesgo de liquidez para el sistema.
Gráfica 5
Porcentaje de bancos que podría cumplir con sus
obligaciones en un escenario de estrés extremo1/
Porcentaje de bancos por rango de plazo en días
I 0-20 I 21-30 I 31-59 I 60+
Gráfica 6
Concentración del financiamiento de los diez
principales mayores acreedores con
vencimiento menor a 30 días1/
Por ciento
Eje vertical: porcentaje de bancos / Eje horizontal:
porcentaje de financiamiento de los
diez mayores acreedores
1/ Cifras al 30 de abril de 2020.
Fuentes:
Banxico (2020).
Con respecto a estos últimos destaca el porcentaje de los bancos que podría incumplir con sus obligaciones en un escenario de estrés extremo y la concentración del financiamiento de los diez principales mayores acreedores con vencimiento menor a 30 días.
El primero de estos indicadores, también conocido como horizonte de cobertura de obligaciones, muestra el número de días que un banco podría hacer frente a sus obligaciones usando solamente sus activos líquidos disponibles. Esto es, para este ejercicio se supone que la renovación del financiamiento que la institución obtiene de mercado cesa por completo y ésta solo cuenta con sus activos líquidos para cumplir sus compromisos. El ejercicio pretende responder la pregunta: en tal circunstancia extrema, ¿hasta cuántos días podría la institución cubrir sus pagos? Entre mayor es el número de días menor es el riesgo de liquidez.
El ejercicio ofrece varios indicadores de interés. Uno de ellos está representado por las barras negras en la gráfica 5. Ella muestra el porcentaje de los bancos con un horizonte de cobertura de hasta 20 días, es decir, que usando solo sus activos líquidos podrían cubrir sus obligaciones hasta por 20 días. La cifra es pequeña (promedio de 4.4% de enero a abril de 2020) y ha tendido a reducirse desde mediados de 2019, lo que sugiere que el riesgo de liquidez del sistema bancario en su conjunto, ante un eventual cese del financiamiento, ha venido disminuyendo. Esto puede deberse, en parte, a que los bancos han ido aumentando la participación de sus activos líquidos en su balance.
El segundo indicador muestra el nivel de concentración de las fuentes de financiamiento de corto plazo (hasta 30 días) en términos del porcentaje del financiamiento otorgado por los diez principales acreedores. Entre mayor sea el porcentaje de bancos que tiene un porcentaje menor de concentración en sus fuentes de financiamiento, menor será el riesgo de liquidez para el sistema en su conjunto. En la gráfica 6 se muestra, en barras de color negro, el porcentaje de bancos que tiene una concentración de 30% o más al cierre de abril de 2020. Al sumarlas se llega a que en dicho mes solo 16% de los bancos rebasa el umbral descrito. En el Reporte se menciona que dichos bancos solo representan 4.5% de los activos del sistema bancario, de lo cual puede inferirse que el riesgo de liquidez medido en términos de la concentración de las fuentes de liquidez de corto plazo para el sistema es bajo.23
Existen diversas formas de contagio entre instituciones financieras. Una de las principales tiene como principal canal de trasmisión el mercado interbancario. Por ello, el Reporte presenta un análisis de las pérdidas que ocurrirían en términos de los activos del sistema bancario (incluyendo casas de bolsa) ante un evento de contagio catastrófico derivado de que alguna institución incumpliera con el 100% de sus obligaciones.
El ejercicio consiste en simular numerosas cadenas de contagio. Una cadena de contagio comienza con un choque a una institución en particular (cualquiera) que le impide cumplir con sus obligaciones con otras instituciones. Luego se determina el número de otras instituciones que, por las pérdidas que sufrirían derivadas del incumplimiento de la primera institución, experimentan una reducción en su índice de capitalización suficientemente grande para que éste termine por debajo del mínimo establecido por la regulación.
Pero aquí no se detiene el miasma. Las instituciones afectadas, a su vez, se ven imposibilitadas a cumplir con sus obligaciones y pueden ocasionar que nuevas instituciones sufran pérdidas y terminen con un índice de capitalización inferior al mínimo. Este proceso se repite el número de veces (iteraciones) necesario hasta que ninguna institución adicional quede con un índice de capitalización por debajo del umbral. Entonces se suman las pérdidas, las cuales se expresan como porcentaje del capital, a nivel sistema.
23 Si bien para el sistema tal riesgo es bajo puede ser elevado para instituciones en particular. Por ejemplo, la gráfica revela que 3.9% de los bancos obtiene entre 50% y 60% de su financiamiento de corto plazo de sus principales diez acreedores, lo que incrementa la probabilidad de que, en una situación de estrés, en la cual éstos no estén en posibilidad de renovar los financiamientos, enfrenten una crisis de liquidez. Considerando que a la fecha del ejercicio existían 51 bancos, esto significa que aproximadamente dos bancos enfrentan un elevado riesgo de liquidez por la concentración de sus fuentes de financiamiento
de corto plazo.
I ICAP ‹ 4 I 4 ‹ ICAP ‹ 8 I 8 ‹ ICAP ‹ 10.5
1/ Cifras al 31 de marzo
de 2020 (gráfica 7).
1/ Las cifras representan
la media móvil de 21 días.
Cifras al 31 de marzo de
2020 (gráfica 8).
Fuentes:
Banxico (2020).
Finalmente, de entre las diversas cadenas de contagio se elige la peor para mostrar las pérdidas en el escenario más adverso. Este ejercicio se realiza diariamente. En la gráfica 7 se muestran las pérdidas, expresadas como porcentaje del capital del sistema, de todas las instituciones involucradas en las peores cadenas de contagio. En ella, se aprecia una gran volatilidad diaria en las pérdidas; sin embargo, al obtener el promedio mensual, se aprecia una tendencia reciente al alza.24
Por último, la gráfica 8 ofrece información adicional al análisis previo al presentar el número de instituciones que terminan con un índice de capitalización por debajo del mínimo establecido por la regulación. En términos generales, entre menor sea el número de instituciones que terminan con menor capital por debajo del umbral establecido por la regulación menor es el riesgo contagio. Al respecto, los resultados del ejercicio muestran un aumento del riesgo de contagio, el cual inició desde finales de 2019. Tal conclusión es sugerida por la tendencia ascendente del número de instituciones que terminan con un índice de capitalización menor a 4% y la disminución de las que terminan con dicho índice entre 4% y 8%, las cuales rondan el número seis. El ejercicio no muestra el tamaño ni la importancia en el sistema de tales instituciones, pero es de esperar que sean de las de menor tamaño.
24 Los valores en los meses de enero, febrero y marzo de 2020 son, respectivamente, 6.7%, 6.8% y 7.8%, los cuales se obtuvieron de los datos de la gráfica ya que a simple vista no pueden deducirse.
La estabilidad financiera es un tema de interés público ligado a la banca central desde sus orígenes. Conforme se ha ido desarrollando el sistema financiero y la interconexión entre mercados e instituciones ha crecido rápidamente, alentada por la innovación tecnológica y financiera, los riesgos sistémicos se han ampliado. La crisis financiera global representó un hito a partir del cual se adoptaron reformas financieras que implicaron cambios institucionales y de regulación orientados a procurar la estabilidad financiera como un objetivo de política económica. Esos cambios condujeron la atención de los expertos hacia la medición del riesgo sistémico y el diseño de políticas macroprudenciales en diversas jurisdicciones, así como hacia una mayor colaboración e intercambio de información entre países mediante la colaboración de organismos internacionales. Como resultado, hoy se cuenta con un número mayor de indicadores de riesgo sistémico basados en distintos enfoques metodológicos, a los cuales les dan seguimiento autoridades financieras y organismos internacionales.
Sin embargo, a diferencia de los indicadores económicos de coyuntura, los indicadores de estabilidad financiera son mucho menos conocidos por el público no especializado. En México, varios de estos indicadores y técnicas son usados por las autoridades financieras para realizar sus evaluaciones sobre los riesgos que enfrenta el sistema financiero mexicano. Algunos de ellos se publican semestralmente en el “Reporte de Estabilidad Financiera”, publicado por el Banco de México, así como en el informe anual del Consejo de Estabilidad del Sistema Financiero (CESF), los cuales son el punto de partida para quienes tienen interés en conocer mejor los riesgos y las vulnerabilidades financieras en México, así como las principales políticas implementadas para mitigarlos.
Los indicadores de estabilidad financiera presentados en esta lectura se publican de manera regular en el “Reporte de Estabilidad Financiera” del Banco de México. Su inclusión en el presente análisis permite ilustrar cómo los indicadores de estabilidad financiera son muy variados y distintos, ya que muestran diferentes aspectos de los numerosos factores que pueden incidir en los riesgos sistémicos. Especial énfasis debe darse al estudio de la capacidad de las instituciones financieras, especialmente las de depósito, para hacer frente a choques extremos de diversa naturaleza a fin de evaluar la resiliencia del sistema financiero en su conjunto. Los resultados de los indicadores mostrados, que apenas abarcan los efectos derivados de la pandemia, sugieren que diversos riesgos aumentaron, en particular los asociados al incumplimiento de la cartera de crédito, los de mercado y de contagio a través del mercado interbancario.
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COORDINADOR: JONATHAN HEATH
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